Publicado en el periódico Vanguardia de Saltillo (www.vanguardia.com.mx) el jueves 11 de junio del 2015
Conocí a Don Mario
Hernández en la edición 2007 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara
donde se proyectó la que sería la última película de su filmografía que fue
“Cementerio de papel”.
El encuentro fue
particularmente accidentado, porque estando buscando en momento propicio para
regalarle una copia de la segunda edición del libro cual él formaba parte, “Coahuila
y sus protagonistas en el cine”, a final de cuentas terminé saltando en el
interior del transporte del hotel en que nos hospedábamos a la sala de
proyección del Teatro Diana de la Capital Tapatía para sentado entre el
protagonista de la película, el primer actor Alberto Estrella, y el autor del
libro cinematográfico en el cual se basó la película, Xavier Robles, fue como
le hice entrega del ejemplar que agradeció con su sencillez y humildad de
siempre no sin antes darme su teléfono para seguir en contacto para cuando no
“anduviéramos a las carreras”.
Y así lo hicimos.
La última vez que lo vi personalmente fue el año pasado en un Sanborns ubicado
en los límites de la Ciudad de México y la ciudad en la que falleció,
Cuernavaca, Morelos, donde me platicó desde sus estudios de cine en un Alma
Mater que compartíamos, la Universidad de California en Los Angeles (UCLA),
donde tuvo como compañeros de pupitre a contemporáneos suyos como el director y
el guionista de “El Padrino”, Francis Ford Coppola, o acudiendo a darle alguna
cátedra al “niño terrible” del cine norteamericano, Orson Welles, entre otros, así
como que lo tenía muy motivado un largometraje que dejó en el camino sobre la
expropiación petrolera.
El último día que
hablé vía telefónica con Don Mario fue la noche del 31 de mayo pasado cuando lo
invité a la proyección el miércoles 3 de junio en la Filmoteca de la UNAM de mi
película “Las ladrilleras”, y muy entusiasta me dijo que encantado me
acompañaba a reserva de una revisión en el área de nutrición del hospital en el
que regularmente atendía un tipo de leucemia controlada que padeció. Por desgracia,
el lunes 1 de junio sufre una embolia que lo mantuvo internado por una semana
hasta que falleció el pasado lunes 8.
Según lo informó
en un comunicado el Instituto Mexicano de Cinematografía la noche del martes 9
de junio Mario Hernández fue director, guionista y argumentista, nacido en
Piedras Negras, Coahuila, el 8 de marzo de 1936 e inició su carrera en el cine
con Ismael Rodríguez como continuista en “Así era Pedro Infante”, de 1963;
asistente de dirección en “El niño y el muro”, de 1964 y colaborador en el
argumento y guión de “Autopsia de un fantasma”, de 1966. A partir de 1972 con
su ópera prima “La yegua colorada” formó una mancuerna profesional con Antonio
Aguilar cuyo resultado son más de 30 películas entre las que destacan
“Peregrina” (1973); “La muerte de Pancho Villa” (1973); “El Rey de Oros”
(1984); “Astucia” (1985) y “Zapata en Chinameca” (1988), entre otras.
Al IMCINE le
faltó destacar, por ejemplo, que gracias a su dirección Ninón Sevilla ganó el
Ariel a la Mejor Actriz de 1981 por “Noche de carnaval”. Fue una de las tantas
actrices de la Época de Oro a las que dirigió, y hasta la última comunicación
que tuvimos, siempre viendo hacia adelante, no dejó de echarme porras al ver
que compatriotas nuestros como Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu “la
estaban haciendo” más allá de nuestras fronteras. “Ahora les toca a ustedes”,
me decía. Cuando un amigo como él se va, si bien hay tristeza, hay también alegría
por haberlo conocido. Descanse en paz.